En cuanto escuchamos la palabra demencia, solemos asociarla al Alzheimer, que representa entre el 50% de los casos diagnosticados. Sin embargo, el segundo tipo de enfermedad neurodegenerativa con más afectados en el mundo es la Demencia Vascular. Dependiendo de la zona del cerebro en el cual se presente la Demencia Vascular, va a cambiar el tipo de afección que se pueda generar en la persona.
En algunos casos, la Demencia Vascular compromete el razonamiento, la planificación, el juicio, la memoria y otros procesos mentales debido al daño cerebral causado por la disminución de flujo sanguíneo al cerebro. Esta también puede aparecer por coágulos de sangre que bloquean la circulación o por algún accidente cerebro vascular: isquémico o por hemorragia; esto es lo que conocemos como derrame cerebral.
La alteración cognitiva vascular no es fácilmente reconocible por sus síntomas, ya que suele confundirse con otras enfermedades o con lapsus de distracción. Dentro de las señales de alarma, encontramos:
Desorientación en tiempo o en espacio.
Problemas de memoria.
Dificultad para mantener la atención.
Cambios repentinos de humor, relacionados a la depresión, ira e incluso agresividad.
Incapacidad para controlar esfínteres.
Confusión a la hora de tomar decisiones.
El médico tratante no solo observa estas alteraciones, sino también, ciertos aspectos de la historia clínica del afectado. Por ejemplo, que sufra de otras enfermedades o dolencias que puedan afectar a la circulación sanguínea, tales como: hipertensión arterial, colesterol elevado, diabetes, entre otros, que podrían presentarse tras sufrir un accidente cerebrovascular.
A pesar de que este tipo de demencia puede surgir de manera inesperada, es mucho menos agresiva que el Alzheimer y su progresión varía según el caso, pues está relacionada con la localización y la cantidad de alteraciones vasculares que se estén presentando en el cerebro.
Recuerda que ante cualquier síntoma, es importante asistir al médico; un diagnóstico oportuno salva vidas.
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